Querido cafecito: Sigues siendo tú, tan adictivo, tan amargo y a la vez tan dulce. Sigues siendo tú, él que tomó mi mano sin permiso y aunque quise soltarte, no me dejaste porque sabías tal vez, que muy en el fondo, quería que hagas eso. Somos distintos, ya lo sé, tanto en ideología como en el físico y muchas cosas más. No somos cargas eléctricas, no somos protones y electrones, pero tal vez nuestras diferencias nos hicieron atractivos al otro. No sé que hago teorizando el origen de nuestro amor, si al finalizar no gano nada, si al finalizar, te seguiré queriendo o tal vez un poco más. Me gusta ver como mi tono de piel y el tuyo hacen tanto contraste, sobre todo cuando nos besamos. Deja de preocuparte por tu pasado, que no me importa lo que hayas hecho y menos con quién. No me importan tus errores, ni cuánto hayas lastimado. Yo te acepto así. No me admires por favor, porque ambos hemos sufrido mucho, eso a mí me hizo más buena y a ti más rencoroso y sin embargo puedo llegar a dañ