Había una vez una coneja, una coneja muy extraña, una coneja muy sensible y a la vez muy arrebatada. Había una vez un lobo, uno muy incoherente, esos que son solitarios y a la vez hambrientos de compañía. Había una vez una coneja con orejas azules. Una coneja muy directa y muy sociable, esas que no callan nada y a veces hablan sin pensar. Había una vez un lobo con ojitos café, dispuesto a arrasar con todas aquellas que le ofrezcan un trozo de amor o amistad, tan capaz de decir las cosas frente a ti sin embargo, siempre estaba dispuesto a ayudar a quien lo necesite. Había una vez una coneja, que contra todo pronóstico, se enamoró del lobo y así, andaban juntos en el bosque aunque los animalitos los miraran con extrañes. Había una vez una coneja y un lobo que discutían por sus diferencias, como si pudieran hacer algo al respecto. ¿Porqué no tienes pelaje blanco? Tienes que tener pelaje blanco! Decía la coneja. ¿Porqué no comes carne? Tienes que comer carne! Exclamaba el lobo. Que