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Amigos ahora



Juntos somos solo nosotros y el mundo desaparece, nuestras conversaciones se hacen tan interesantes que solo nosotros la llegamos a entender. Llegamos a hablar desde la película de nuestro anime favorito hasta de las mutaciones cromosómicas que se planean en un futuro, de las cosas que nos molestan de los religiosos y fanáticos hasta de nuestros sentimientos. Somos rudos y a la vez tan débiles. Parece complicado volver a ser amigos pero las heridas ya cerraron y estoy dispuesta a olvidar los errores del pasado porque ahora que te he visto, se me hace tan difícil dejarte ir.
Cuéntame como te afecta tanto en el peso quedarte hasta tarde en tus clases de Economía y haz el intento de explicarme todos esos términos que me parecen un lenguaje extraño.
Escúchame cuando te comente de cómo ha sido este año, cómo hice para aprender Fisiología y como perdí algunos amigos. Mírame como lo haces porque sea cierto o no, me prestas atención y pareciera que de verdad te importa saber de mi vida.

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El Lobo y la Coneja

Había una vez una coneja, una coneja muy extraña, una coneja muy sensible y a la vez muy arrebatada. Había una vez un lobo, uno muy incoherente, esos que son solitarios y a la vez hambrientos de compañía. Había una vez una coneja con orejas azules. Una coneja muy directa y muy sociable, esas que no callan nada y a veces hablan sin pensar.  Había una vez un lobo con ojitos café, dispuesto a arrasar con todas aquellas que le ofrezcan un trozo de amor o amistad, tan capaz de decir las cosas frente a ti sin embargo, siempre estaba dispuesto a ayudar a quien lo necesite. Había una vez una coneja, que contra todo pronóstico, se enamoró del lobo y así, andaban juntos en el bosque aunque los animalitos los miraran con extrañes. Había una vez una coneja y un lobo que discutían por sus diferencias, como si pudieran hacer algo al respecto. ¿Porqué no tienes pelaje blanco? Tienes que tener pelaje blanco! Decía la coneja. ¿Porqué no comes carne? Tienes que comer carne! Exclamaba el lobo. Que

Última carta de Werther para Carlota.

"Esta es la última vez que abro los ojos; la última, ¡ay de mí! Ya no volverán a ver la luz del sol; estarán cubiertos por una niebla densa y sombría. ¡Si, viste de luto, naturaleza! Tu hijo, tu amigo, tu amante se acerca a su fin. ¡Ah, Carlota! es  una cosa que no se parece a nada y que sólo puede compararse con las percepciones confusas de un sueño, al decirse:"¡Esta mañana es la última!" Carlota, apenas puedo yo darme cuenta del sentido de esta palabra: "¡La última!" Yo veo, que ahora tengo la plenitud de mis fuerzas, mañana rígido y sin vida estaré sobre la tierra. ¡Morir! ¿Qué significa eso? Ya lo ves; los hombres soñamos siempre hablando de la muerte. He visto morir a mucha gente; pero somos tan pobres de inteligencia, que no sabemos nada del principio ni del fin de la vida. En este momento todavía soy mío...todavía soy tuyo, si, tuyo, querida Carlota; y dentro de poco..., ¡separados..., desunidos quizá para siempre! ¡No, Carlota, no! ¿Cómo puedo dejar d