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Última carta de Werther para Carlota.

"Esta es la última vez que abro los ojos; la última, ¡ay de mí! Ya no volverán a ver la luz del sol; estarán cubiertos por una niebla densa y sombría. ¡Si, viste de luto, naturaleza! Tu hijo, tu amigo, tu amante se acerca a su fin. ¡Ah, Carlota! es  una cosa que no se parece a nada y que sólo puede compararse con las percepciones confusas de un sueño, al decirse:"¡Esta mañana es la última!" Carlota, apenas puedo yo darme cuenta del sentido de esta palabra: "¡La última!" Yo veo, que ahora tengo la plenitud de mis fuerzas, mañana rígido y sin vida estaré sobre la tierra.
¡Morir! ¿Qué significa eso? Ya lo ves; los hombres soñamos siempre hablando de la muerte. He visto morir a mucha gente; pero somos tan pobres de inteligencia, que no sabemos nada del principio ni del fin de la vida. En este momento todavía soy mío...todavía soy tuyo, si, tuyo, querida Carlota; y dentro de poco..., ¡separados..., desunidos quizá para siempre! ¡No, Carlota, no! ¿Cómo puedo dejar de ser? Existimos, sí ¡Dejar de ser! ¿Qué significa esto? Es una frase más, un ruido vano que mi corazón no comprende. ¡Muerto, Carlota! ¡Cubierto por la tierra fría, en un rincón estrecho y sombrío! [...] ¡Muerte! ¡Sepulcro! No comprendo estas palabras.

¡Oh! ¡Perdóname, perdóname! Ayer... aquel debió ser el último de mi vida. ¡Oh ángel! Fue la primera vez, si, la primera vez que una alegría pura y sin límites llenó mi ser.
"Me ama, me ama... "Aún quema mis labios el fuego sagrado que brotaba de los suyos; todavía inundan mi corazón estas delicias brasadoras. ¡Perdóname, perdóname! Sabía que me amabas, lo sabía desde tus primeras miradas, aquellas miradas alma; lo sabía desde la primera vez que estrechaste mi mano. Y, sin embargo, cuando me separaba de ti o veía a Alberto a tu lado, me acometían febriles dudas.

"¿Te acuerdas de las flores que me enviaste el día de aquella enojosa reunión en que ni pudiste darme la mano, ni decirme ni una sola palabra?" Pasé media noche arrodillado ante las flores eran para mí el sello de tu amor, pero ¡ay!, estas impresiones se borraron como se borra, poco a poco, en el corazón del creyente el sentimiento de la gracia que Dios le prodiga por medio de símbolos visibles. Todo parece, todo: pero ni la misma eternidad puede destruir la candente vida que ayer recogí en tus labios y que siento dentro de mí. ¡Me ama! Mis brazos la han estrechado; mi boca ha temblado , ha balbuceado palabras de amor sobre su boca. ¡Es mía! ¡Eres mía! Si, Carlota, mía para siempre. ¿Qué importa que Alberto sea tu esposo? ¡Tu esposo! Lo es más que para el mundo ; para ese que dice que amarte y querer arrancarte de los brazos de tu marido para recibirte en los míos es un pecado. ¡Pecado!, sea. Sí lo es, yo lo expío. Yo he saboreado ese pecado en sus delicias, en sus infinitos éxtasis. He aspirado el bálsamo de la vida y con él he fortalecido mi alma. Desde este momento eres mía. Padre, que también es tuyo, Carlota; me quejaré y me consolaré hasta que tu llegues. Entonces volaré a tu encuentro, te acogeré en mis brazos y nos uniremos a presencia del Eterno; nos uniremos con un abrazo que nunca tendrá fin. No Sueño ni deliro. Al borde del sepulcro brilla para mí la verdadera luz. ¡Volveremos a vernos! ¡Veremos a tu madre y le contaré las cuitas de mi corazón! ¡Tu madre! ¡Tu perfecta imagen!.
[...]
¡Cuánto te he amado desde el día en que te vi! Desde ese momento comprendí que llenarías toda mi vida. Has que entierren el lazo conmigo... Me lo diste el día de mi cumpleaños y lo he conservado como sagrada reliquia. ¡Ah!, nunca sospeché, que aquel principio me condujese a este fin. Ten calma, te lo ruego, no te preocupes... Están cargadas... Oigo las doce... ¡Sea lo que ha de ser! Carlota... Carlota...¡Adiós! ¡Adiós!






(Carta dirigida a Carlota antes del suicidio)
Las desventuras del joven Werther. 1773.
Por Johann Wolfgang Goethe.
Publicado 6th February 2013 por Helena H.

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